La garganta es el paso más estrecho y el obstáculo más inconsciente para el libre fluir de la columna de aire. Cuando estamos preocupados, emocionados o ansiosos, nuestra voz cambia; se vuelve forzada o ronca porque la garganta se contrae y no deja que las cuerdas vocales se muevan libremente. En las artes escénicas la tensión que provocan los nervios suele ser el causante de este problema. Asimismo, cuando levantamos los hombros la garganta se comprime y nos estrangula la voz.

En el camino que recorre la columna de aire, la garganta actúa como un desfiladero, como cuando el cauce tranquilo de un rio debe reducirse de repente; el mismo volumen de agua debe fluir por un lecho mucho más estrecho y se produce una gran turbulencia y mucha espuma en el intento del agua de seguir su curso; al llegar al valle el rio recupera su amplitud y serenidad.

Con la mínima señal de alerta nerviosa los hombros se elevan en un gesto defensivo; en general esto se debe hay una mala postura al tocar la flauta.

¿Cómo paliar esta situación? Reproduciendo el proceso por el cual bostezamos, tanto cuando inspiramos como mientras espiramos al tocar la flauta.

Cuando bostezamos nuestro cuerpo nos invita a relajarnos, a olvidar nuestros problemas, a dormir, a sentirnos bien; los hombros descienden, la garganta se abre, los oídos hacen ruido y el movimiento del abdomen ya no limita la expansión de los pulmones al llenarse de aire.

El bostezo reproduce de forma natural un proceso de respiración correcto y una sensación de comodidad.